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Bernot Berry Martinez (Turenne)

‘EL SEPELIO DE MARINITO PEREZ’

 

Por Bernot Berry Martínez  (bloguero)

          

             ’Marinito Pérez’

Cuando el periodista Juan Medina me llamó para comunicarme que el entierro del bachatero Marino Pérez lo tenían en la iglesia católica me extrañó, pues había escuchado que lo sepultarían en Hato Mayor, de donde era, no en Macorís. 

No obstante, sin perder tiempo, y como deseaba participar de las exequias de ese ídolo de la canción popular, marché con prontitud por la avenida Independencia para la parroquia, deteniéndome cerca de la calle Sánchez a consecuencia de que cientos de motocicletas venían subiendo la Independencia, haciendo un ruido ensordecedor.

Observé que los motoristas efectuaban gestos para que los conductores de los vehículos que venían bajándola se detuvieran a un lado o que doblaran por la calle Rafael Deligne, consiguiéndolo poco a poco, apoderándose ellos del control de la mencionada avenida, por donde fueron subiendo en forma contraria al tránsito, como lo era en ese entonces.     

Miré que un enorme gentío iba acompañando los restos del denominado cantante-poeta. El pueblo es amo y señor de las circunstancias. Entonces, ¿quién puede ponerse en su contra?  La población humilde se apoderó de todo ese sector.

Y mientras lo señalado sucedía, parado en la manifestada esquina yo vi que varias coronas eran llevadas en alto, notándose desde lejos. Detrás seguía una larga fila de variados transportes repletos de personas, también rodeados por una gigantesca muchedumbre. De inmediato, impresionado por cuanto observaba, me dije que ese entierro  era  el  más  grande que  había  visto en  Macorís, incluso que el del doctor Geogr, el cual se consideraba el sepelio donde más gente había concurrido.

En ese momento la inmensa multitud caminaba en silencio.  Las   botellas  con  ron circulaban de mano en mano. Tensos se notaban los sudorosos rostros de hombres y mujeres mientras muchos ojos miraban hacia el celeste firmamento moviendo los labios. Se percibía un magnetismo de embrujo. El calor era sofocante. 

Y me fui detrás del sepelio. Y con los dolorosos asistentes estaría hasta llegar a la Necrópolis San Pedro, lugar donde lo sepultarían.  

Cuando el entierro pasaba por el Parque Duarte advertí que desde una patana cargada de personas comenzaron unos músicos a entonar una canción del fenecido, amplificada por potentes bocinas y coreada por el gran gentío. Y es que así lo quiso Marinito: pidió ser sepultado con festejos, cantando los amigos sus favoritas melodías, principalmente las suyas. Y por eso la enorme multitud, respetando sus deseos, cantó fuertemente sus melodías mientras subía la Independencia. Todo esto atrajo muchísimos curiosos en cada cuadra, miles de personas que con tristeza contemplaron el sepelio, con mujeres llorando, hombres apretando los puños y dientes, infantes afirmando, señalando el féretro sobre el camion: “mami, ahí llevan a Marinito. 

Era una espontánea y asombrosa manifestación de masas que con voz apenada coreaban:

 

                “Si algún día al cruzar el camino,

                 de  repente  tú  ves  un  entierro,

                 sólo piensas que allí va  tendido

                 aquel  hombre que  una  vez fue

                 tu  dueño”...

 

 Esa canción me causó honda pena. Y reflexioné que la mayoría del macorisano es noble. Y me sentí orgulloso de ser Serie 23, asegurándome que hay esperanza de nueva luz para espantar la oscuridad que nos arropa. Y por eso, en medio de lloriqueos, de tonadas con melancólicos versos,  sonreí  al  cielo  azul  en  aquel candente mediodía durante  el  sepelio  de  Marinito  Pérez, un verdadero hijo adoptivo del Macorís Oriental, poco antes de llegar a la Necrópolis San Pedro, en donde fue sepultado entre llantos, numerosos disparos de armas de fuego, de ron que rociaron sobre su ataúd, de aplausos, de tristísimos rasgueos de guitarras, ese sábado del 27 de Julio de 1991. 

Marinito Pérez fue un romantico sentimental. Era poeta de nacimiento. Murió en la pobreza. Luchó por darle poesía a sus creaciones musicales, dejándonos hermosas canciones populares, imposibles de olvidar.      

 ¡Que la paz siempre esté con sus restos y su conciencia!


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