LOS TRANFUGAS
Por: Bernot Berry Martínez (blogario)
En todas partes del mundo se encuentran esos individuos. En Dominicana existen numerosos de ellos. Es más desde la fundación de la República, pegado al gran Duarte, ya estaban esos malvados personajes haciendo de las suyas, cizañando el proyecto republicano, traicionándolo, vendiendo el suelo patrio a cambio de oxidados títulos monárquicos.
Cierto, fue a consecuencia de los tránsfugas que el más ilustre de los dominicanos sentenció: “Mientras no se escarmiente a los traidores como se merecen, los buenos y verdaderos dominicanos serán víctimas de sus maquinaciones”. Y cuánta razón tuvo el Padre de la Patria. .
Se asegura que ellos son los verdaderos culpables de encontrarse Dominicana como actualmente se encuentra, una nación semejante a barco a la deriva, con sus tripulantes desesperados, muriendo de hambre y sed, la fe de muchos ya perdida por alcanzar el puerto añorado, ese hermoso fondeadero idealizado por los forjadores de nuestra nacionalidad, los constructores de la embarcación cuyo estandarte tricolor se halla decaído, inmovilizado a los vientos caribeños.
Los tránsfugas son personas peligrosas, individualistas. El egoísmo y la envidia poseen en altísimo grado. Camaleones de la política. Su mordaz lenguaje estremece a las avecillas palmeras. Tienen un odio atroz a quienes no actúan cuales ellos. Sus índices acusadores con frecuencia no pueden levantar por el peso del excremento que los rodea. Son parias de la sociedad; ratas marineras que abandonaron hace tiempo la preciosa nave Dominicana. Se encuentran en todas las entidades, sean profesionales, culturales y políticas, saltando de una a otra sin ningún sonrojo. Poseen la paciencia del buitre, realizando con esmero lo imposible por alcanzar esa hedionda y resbaladísima cima de su triunfo personal. Realizan enorme daño a sus semejantes cuando introducidos en partidos políticos alcanzan el poder del estado. Saquean cuanto encuentran a su paso. Son insaciables estafando al pueblo. Se pintan como corderitos, pero son viles truhanes que se llevan cuanto puedan cargar.
En Macorís pululan los tránsfugas. Algunos son graduados con honores en la técnica del ‘lambonismo’. En su afán de ascender en la escala social son capaces de cualquier cosa.
Pero el pueblo humilde, el que anda a pie y jamás perdona, de manera silente los contempla y en algún tiempo que podría ser no lejano, tal vez a vuelta de la esquina, les puede pasar factura, pedirle cuenta de su traición. Entonces será la tembladera, el miedo espantoso, los golpes en el pecho, la terrible diarrea, los profundos lamentos mirando hacia un cielo sin estrellas, tan oscuro como sus conciencias.
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