ESE ENTIERRO DE LUIS IBARRA RIOS (1940-1963)
Por: Bernot Berry Martínez
Aunque aquello sucedió hace más de 42 años, aún mantengo en mi mente nítidas imágenes de aquel triste anochecer cuando la multitud llegaba al viejo cementerio de Villa Providencia con el cadáver del valeroso guerrillero, quien había caído junto a Rafael Faxas Canto (‘Pipe’), Adolfo Pérez Sánchez, José Padua Falet, Juan María Candelario (‘Naño’o Ñaño) y Roberto Hernández, en ‘La Berrenda’, loma de Miches, el 15 de diciembre de 1963, pertenecientes todos al Frente “Mauricio Báez”. Tal vez me acuerdo de esas escenas a consecuencia de que indignado e impotente me hallaba escudriñando los senderos del cosmos, reconociendo que intentaba en tan lamentable ocasión de encontrar alguna explicación lógica por la cual tantas valiosas vidas se pierden por socorrer al sufrido y engañado pueblo dominicano --igualmente los de Latinoamérica, también los del mundo--, en tanto los malévolos rufianes, ésos deshonrosos enemigos del progreso cultural y económico de la humanidad, asesinos de atalayadores ruiseñores, respetados por inmorales ciudadanos, cuando regularmente se mueren de viejos, ricos e influyentes, al poco tiempo sus nefastos compinches --tránsfugas de la peor casta-- se ponen a efectuar diligencias para que nuestras calles lleven sus odiosos nombres.
Son muchos los que creen que esos cadáveres de Luis Ibarra Ríos y de Adolfo Pérez Sánchez fueron traídos juntos a Macorís. Pero no aconteció así. El de Ibarra Ríos fue primero, el de Pérez Sánchez unos días después. ¿Quiénes fueron quienes los trajeron? El de Luis lo hizo en una ambulancia don Elías Bobadilla Rejinco, audaz y decidido dirigente regional del 14 de Junio, cuyo lema es “a la patria no se le pasa factura”, pasando riesgosas vicisitudes con guardias y labriegos, de acuerdo a confesiones suyas para conmigo, afirmándome que eso acaeció el 17 de diciembre, dos días después de la muerte del combatiente, llegando al pueblo a eso de las seis y pico, deteniendo el vehículo en una vivienda de la Avenida Independencia, la #90, en la cual habitaban parientes cercanos del fallecido. Me explicó que como lo buscaban ciertos individuos con fines de asesinarle, buscó protección por otro lugar, no pudiendo asistir al culto religioso celebrado en la iglesia San Pedro Apóstol como tampoco al cementerio de Villa Providencia, en donde lo sepultaron con la asistencia de numerosos dolientes. En cambio, la viuda del mártir Adolfo Pérez Sánchez (1924-1963, de 39 años y seis meses, nacido coincidencialmente un 14 de Junio, quizás el de mayor edad de los caídos en aquellos frentes de ‘Las Manaclas’, ‘La Horna’, ‘La Berrenda’, ‘Bahoruco’ y ‘El Limón’), me afirmó que el cadáver de su esposo lo trajo a Macorís el Sr. Rafael Santini (‘Fello’), un día que no recuerda bien, entre el 19 ó 20 de diciembre, y debido a que estaba bastante descompuesto lo quemaron para bajarlo, “trayendo ‘Fello’ los restos para sepultarlos en el antiguo cementerio durante un anochecer”... Noto que sus ojos se ponen más entristecidos de como siempre deben de hallarse. Intuyo que ya no pueden llorar más: lo han hecho demasiado. Por tanto, pensando que no debo continuar molestándola con preguntas que le deben traer tristísimos recuerdos, me despido, ya he venido tres veces, y mientras voy caminando estoy tratando de acordarme del entierro del maestro-oficinista, quien fue empleado de Rentas Internas y de la Cédula Personal, delgado, altísimo, muy amigable, amable, de sonrisa franca, que sin formación militar, con poca visión ya que usaba lentes de vidrios muy gruesos, con varios hijos pequeños, nos sorprendió cuando conocimos que formaba parte del Frente “Mauricio Báez”. Sin embargo, debemos reconocer --y tal vez podría ser la causa principal de su participación en la Guerrilla-- que Adolfo se encontraba altamente enamorado de ese noble ideal, como era la de combatir para que los golpistas volvieran a poner al profesor Bosch en el poder, igualmente la Constitución de 1963. Y por eso él se fue a las montañas. Y aunque trataron de que no fuera por distintos medios, incluyendo razonamiento personal, nada impidió que se fuera al encuentro con la dignidad auroral.
Recuerdo que ambos sepelios fueron parecidos. Acontecieron en el anochecer. La Bandera Nacional y la del Movimiento 14 de Junio cubrieron sus féretros. Se cantó el himno de la Agrupación verdinegra. Semejante fue el dolor de quienes acudimos. Han pasado muchos años. Casi nadie ya se acuerda. Existen variadas confusiones. Es que sucedieron en un lapso conflictivo, de luchas y muertes, de vigilancia constante, de hogares allanados y humillados, encarcelaciones, deportaciones,... En fin, no existe algo más lastimoso que el fracaso por un prototipo. Trae hondas frustraciones. Es por eso que en Dominicana quedó una decaída generación, la cual ya va desapareciendo, aunque de ella son muchos quienes afirman, meditando en aquel abatido pasado, que preciso era haber tenido un encuentro con alguna bala asesina en profunda cañada, que vivir sin decoro y honor, en esta absurda y asfixiante realidad.
Debido a que no pude averiguar los nombres de quienes pronunciaron los panegíricos ante los respectivos féretros de Luis Ibarra y Adolfo Pérez para ponerlos en este decoroso trabajo, con sinceridad pido disculpas. Parece que el tiempo se tragó sus apelativos. En aquel entonces yo laboraba en Melazas Dominicanas. Vivía en la calle Sánchez 91. Estaba esperando a unos jóvenes de Miramar con los cuales acordamos ir al entierro de Luis Ibarra (al de Pérez Sánchez acudí con el amigo Vinicio Castillo), y porque llegaron un poco tarde no pudimos concurrir a la ceremonia católica, uniéndonos al cortejo fúnebre cuando ya se encontraba próximo al viejo camposanto.
Con el dolor desgarrándonos las entrañas fuimos adentrándonos en la consternada muchedumbre. El gentío poseía enorme silencio. Eran momentos de solemnidad, de vasta pena, de unión familiar y amistad y compañerismo. Fue algo que lo llevo muy dentro, sintiéndolo hacerse más pesado con el paso de los años. Contemplé a mujeres y muchachas lloriqueando, adultos apretando sus puños, a jóvenes caminando con los brazos enganchados.
Mientras andaba con la energía de la juventud, por mi mente pasaron importantes acontecimientos históricos, todos relacionados al bienestar de la humanidad. Entre tales eventos me acordé del originado por el admirable Espartaco (en ese tiempo estaba de moda el filme “Espartaco”, protagonizado por Richard Douglas), aquel líder que con titánica lucha estremeció los cimientos del Imperio Romano, solamente por lograr el sueño dorado de que los esclavos vivieran en libertad. Igualmente memoricé los intensos padecimientos del Galileo de Palestina, el santo varón de paz y amor sacrificado por los sacerdotes judíos a morir en la cruz por sólo predicar que se amaran los unos a los otros... Empero, ahora, vaya que sí, me estoy poniendo a pensar en ese heroico proyecto de los Frentes Guerrilleros del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, honroso intento por restaurar el gobierno del profesor Juan Bosch, destituido el 25 de septiembre 1963 por siniestras fuerzas del mal cuando apenas llevaba cerca de siete meses en el poder constitucional, asegurándose que lo derrocaron porque era un hombre de luces, con liberal ensayo democrático que tal vez alumbraría la tenebrosidad en la cual aún cohabita nuestro pueblo.
Aquellos Frentes de Guerrilla estaban dirigidos por Manuel Tavárez Justo, incorruptible guía del 14 de Junio, valeroso ciudadano comprometido en subir a las cordilleras para defender la presidencia de Bosch si los mandos cavernarios lo derrumbaran. Y Manolo Tavárez Justo, de 31 años, cumplió cuanto prometió en esa grandiosa manifestación catorcista en el Parque Independencia, cuando sentenció con su enorme elocuencia, que “el 14 de Junio mantendrá la lucha en la forma precaria en que hasta ahora le ha sido posible, mientras no se obtenga otra alternativa, pero óiganlo bien los señores de la reacción... el 14 de Junio sabe dónde están las escarpadas montañas de Quisqueya... y a ellas iremos, siguiendo el ejemplo y para realizar la obra de los héroes de Junio del 1959... y encenderemos la antorcha de la libertad, la justicia social, bajo el lema de los héroes de la raza inmortal: Libertad o Muerte”.
Y Manolo murió en Las Manaclas. Ejecutó con creces su empeñada palabra delante del Altar de la Patria. Por eso soy de quienes sostienen que no tenía otra opción. Él era un romántico de inmensa pasión revolucionaria. Y quizá por eso se ilusionó en que la población respaldaría el levantamiento guerrillero. No obstante, el pueblo no lo hizo porque todavía no se hallaba maduro para semejante acción, viniéndolo a efectuar un año y meses después, abril 1965, al apoyar plenamente a los constitucionalistas por el retorno de Bosch a la dirección republicana (la mayoría de los comandos revolucionarios estaban dirigidos por la organización catorcista), insurrección que logró malograr Norteamérica con nueva intervención armada, subiendo otra vez al poder político el Dr. Balaguer.
Confieso que quienes murieron en aquellos Frentes del Honor me dolió enormemente. Nunca los he podido olvidar, sin importar a cuantos no tuve la nobleza de conocer, de estrechar sus francas manos. Y por tanto, debido a tan ilustre esfuerzo, incluyendo los que no fallecieron, por años, en noviembre y diciembre, por todo el país hay personas que se visten de negro y verde, como forma de respeto a esos combatientes que se alzaron en armas con la finalidad esencial de que sus conciudadanos regresaran al gobierno electo en diciembre de 1962, asimismo a la Constitución de 1963. Lucharon para que disfrutáramos de un régimen democrático La Patria de Duarte les honra. Están en los agradecidos corazones de todo buen dominicano. De cierto les recordamos, principalmente delante del sol. Los inmolados en dicho alzamiento fueron: Dr. Manuel Tavárez Justo (‘Manolo’); Luis Eduardo Ibarra Ríos; Adolfo Pérez Sánchez; José Padua Falet (‘Josecito’); Rafael Faxas Canto (Pipe); Juan María Candelario (‘Naño’); Roberto Hernández; Alfredo Peralta Michel; Antonio Filión (‘Mancháo’); Enrique Almánzar (‘Enriquito’); Piculín Fondeur; Francisco Bueno Zapata; Caonabo Abel; Gustavo Adolfo González (‘La Yerba’); Antonio Barreiro (‘Tony’); Danielito Fernández; Juan Escaño (‘Juancho’); Rafael Minaya (‘Ponono’); Polo Rodríguez; Dr. Francisco José Cabrera; Ing. Rubén Díaz Moreno; Alfonso Marte; Leonte Schot Michel; Francisco Ramírez (‘Papito’); Emerson Mota Galarza; Jaime Ricardo Socías; Ramón Martínez (‘Monchy’) y Domingo Sánchez Bisonó.
Aunque Manuel Aurelio Tavárez Justo ya lo era por mandato popular del pueblo, el 3 de Diciembre de 2004 el presidente Leonel Fernández promulgó la ley que el Congreso Nacional hizo Héroe de la República al grandioso dirigente del Movimiento 14 de Junio, considerada una de las pocas honrosas agrupaciones políticas que ha tenido Dominicana en toda su historia, así lo certifican los hechos. Ese día, y lo sé bien porque mucha gente así lo percibió, el firmamento de la Patria se cubrió con un bello matiz verde y negro, esperanzador de un fructífero porvenir.
Luis Ibarra Ríos y yo fuimos amigos. Hicimos camaradería en la mocedad, cuando estudiábamos en la “Academia Generalísimo” de las hermanas Crime. Esa escuela se encontraba delante de las ruinas del Teatro Colón, en la calle Mella, en donde viviría después un honorable y excelente abogado, el Lic. Laureano Canto (‘Galano’). Su directora era la inolvidable maestra doña Victorina Crime. Se afirma que los afectos se forman en la juventud. Él no era de Macorís, sino de Guaza, Ramón Santana. Por esa circunstancia algunos hijos de influyentes riquitos del pueblo lo relajaban llamándole ‘guacero’. Algo similar sucedía conmigo, pues como era de Miramar me voceaban “tigre miramaleño”. Tal vez esas burlas nos hicieron unir y a veces peleábamos contra los bromistas. Y aunque trataron luego de distanciarnos, --su padre en ese tiempo era Gobernador Provincial de Macorís--, él no les ponía caso y varias veces se apareció en su bicicleta por donde yo vivía. Le agradaba caminar por los montes cercanos. De vez en cuando me acompañaba a Playa de Muertos, disfrutando de sus quietas aguas, de su blancuzca arena. Escribiendo este trabajo me acordé de esa vez en que nuestra distinguida maestra, Srta. Apín Simón, tía del cardiólogo Johnny Jacobo Simón, al finalizar aquel culto religioso por el descanso del alma de Luis Ibarra Ríos el 2 de enero 1964, celebrado en la parroquia San Pedro Apóstol, abrazándome me susurró: ”Berry, sé que ustedes eran amigos, así que cuídate mucho, mucho”. La excelente profesora quizá sospechaba que en cualquier instante yo podría ser víctima de algún atropello. Empero, aunque en el lapso transcurrido he pasado muchas vicisitudes, revelo que Luis Ibarra y yo, cuando aún me hallaba en la Marina de Guerra y él estudiaba Derecho en la Universidad de Santo Domingo, USD, entre los años 1960-1961, nos encontrábamos en el Parque Independencia, al anochecer. Casi siempre él tenía ese vespertino de la Mella, ‘La Nación’, y conversábamos sobre diferentes asuntos, incluyendo políticos. Era muy formal. Poseía don de líder. Sin embargo, en 1962 prácticamente no nos vimos porque ya yo había salido de la institución militar. En 1963 nos hallamos varias veces, tanto en la capital como en Macorís, ¿En dónde fue la última vez que estuvimos juntos? Bueno, eso sucedió en la terraza del ‘Hotel del Mar’. Allá arriba, en su azotea, donde había un elegante bar y se apreciaba el mar y las estrellas, me lo encontré junto a bastantes jóvenes de ambos sexos, bailando y bebiendo. Se alegró mucho al divisarme. Un par de veces me abrazó, dándome golpecitos en la espalda, murmurando: “Ese tigre, ese tigre de Miramar”. Pero casi no pudimos conversar: se lo llevaban a danzar. Lo rodeaban con preguntas. De veras era muy popular. Ahora, sí recuerdo que me informó un asunto el cual se iba convirtiendo en un lamentable secreto a voces. Me expresó, poniendo su diestra sobre mi hombro: “Algo grande el Movimiento está por realizar pronto”. Pero deseando saber más de eso, no pudo responderme porque una linda muchacha se lo llevó a bailar un pegajoso merengue amplificado por la ‘Vellonera’. Sonriéndome me voceó: “Yo te aviso, tigre, yo te aviso”. Mas esa comunicación jamás llegó. A los pocos días supimos que el 14 de Junio se había insurreccionado contra ‘El Triunvirato’, ese despreciable gobierno títere e impostor.
En tanto mi pensamiento se llenaba de variados recuerdos imposibles de borrar, subrepticiamente retorné al 17 de diciembre de 1963, en el viejo cementerio de Villa Providencia, al instante justo en que el gentío despedía al siempre memorizado Luis Eduardo Ibarra Ríos. Entonces, con los ojos lagrimosos, contemplando el tristísimo oscuro cielo, percibí asombrado que allá en lo alto, súbitamente, con resplandecientes letras verdes, se formó el 1J4, siglas del Movimiento 14 de Junio. Y por eso, esperanzado en que tendremos un porvenir mejor para nuestro bastante traicionado país, a todo pulmón también me puse a cantar:
(Música: Héctor Jiménez. Letra: Vinicio Echavarría, Leandro Guzmán y Ángel Concepción).
“Llegaron llenos de patriotismo,
enamorados de un puro ideal,
y con su sangre noble prendieron,
la llama augusta de la Libertad.
Su sacrificio, que Dios bendijo,
La Patria entera glorificará,
como homenaje a los valientes
que allí cayeron por la Libertad.
14 de Junio, gloriosa gesta nacional,
sus mártires están en el alma
popular.
Hermanas Mirabal, heroínas sin
igual, su grito valiente es el grito
de la Patria inmortal”
(se repiten las dos primeras estrofas)
1 comentario
Noelia Ibarra -
Gracias 😌