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Bernot Berry Martinez (Turenne)

EL SUEÑO (Relato)

 

 Por: Bernot Berry Martínez         (bloguero)  

  

 Todo comenzó aquel día en que él, siendo aún niño, doce años, despertó sobresaltado por un terrible sueño que a su familia la hizo levantar deprisa de sus lechos (“fue una pesadilla, Pedrito, una pesadilla, le dijo varias veces su padre, sujetándolo por los hombros, la madre acariciando sus húmedos cabellos, los hermanos riendo bajito). Y el muchacho, su cara sudorosa, los ojos muy abiertos, asustadísimo, miró a todos, sin dejar al ronroneante gato cabezón que su hermana cargaba cual muñeco de trapo.  

 Sí, en esa forma le empezó. Desde entonces lo persiguió cual su sombra. Y con el mismo creció, desarrollándose en un joven delgado, tímido, nervioso en extremo, muy solitario.   

 A consecuencia del gran problema buscó ayuda profesional (“mire doctor, eh, en cualquier momento se me aparece esa cosa haciéndome la vida imposible...”)  

 El profesional le observó atentamente y de modo meditativo. Al ratito le aconsejó, señalándole con el índice:  

 --Escuche joven, estudiando su caso con detenimiento le sugiero no hacerle caso. Rechácelo. Olvídelo. Recuerde que los sueños son sueños y nada más --le comentó aquel psicólogo de barba descuidada, mirada de triste can, en su consultorio repleto de certificados con fines tal vez de impresionar.   

 

 ¡Y Pedro sonrió a la vida!  

Empero el tiempo siguió trotando. La pesadilla continuó sus pasos. Corría junto a él rozando sus talones y pantorrillas, susurrándole horribles frases al oído, rodeándole de penumbras fantasmales, misteriosas, horrorosas. Sin embargo, él la contrarrestaba con los consejos que le ofreció el especialista: “los sueños son sueños y nada más”. 

Y una  preciosa  mañana en la cual el  cosmos y  la mar se hallaban con tonalidad azulosa, las gaviotas y alcatraces sobrevolando la costa cercana al Malecón, en donde algunas personas estaban disfrutándola como también lo hacía Pedro, vino a ocurrirle lo que quizá nunca debió suceder.

Cierto fue. Pedro iba caminando por la calzada que se halla junto al largo murito gris. Sus labios poseían una sonrisa porque admiraba el vuelo de un pájaro marino que exploraba despacio a escasos metros de donde él se encontraba.

Entonces fue que sucedió. ¿De qué parte llegó, apareciendo ahí, destrozándolo todo? Tal vez no tuvo tiempo de imaginárselo y pudo ser que tampoco se lo imaginó. Pero en un instante hallábase sobre su cuerpo, tumbándolo, arrastrándolo, sintiendo un poderosísimo peso encima, oyendo que sus entrañas se rompían como galletas de soda, gritando fuertes gritos (“no le hagas caso...”), percibiendo un raro hedor que era mezcla de sangre, excremento, aceite (“recuerda que los sueños son sueños y nada más...”).

Las radioemisoras anunciaron la noticia:

--¡Auto arrolla joven en Malecón!

 


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