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Bernot Berry Martinez (Turenne)

'LA MISION DE JAIMITO' (Novela)

 

                          Capítulo No.2

 

Por: Bernot Berry Martínez   (bloguero) 

 

     Cuando el padre de Jaimito llegó a la vivienda aún Manuela y su vástago encontrábanse conversando en el patio. Cuan regularmente el hombre hacía saludó: "¡Hey! ¿Cómo tán utede, cómo tán utede? --agregando--: "Aquí llegó el duro de la sona franca macorisana" (el obrero era un mestizo delgado, estatura regular, de unos treinta años)

     --¡Ción papi, ción papi! --chilló alegre el muchacho en tanto fue corriendo al encuentro de su progenitor, abrazándolo, respondiéndole el trabajador--: "Ehh, Dió te bendiga, hijo, Dió te bendiga", acariciándole ligeramente los cabellos. Empero, cual si sospechara algo, enseguida lo sostuvo por los hombros y le interrogó: "¿Qué te pasa, Jaimito?  ¿Por qué tiene la carita como evangélico, ah, bobalicona, eh?". 

     --¡ contento, Pedro, contento, eso e’! --dijo la mujer.    

     --Ji ji ji, mami le dirá algo, algo importante pa’ .

    --Hum, ¿qué vaina, eh? --el asalariado le echó una ojeada a los dos, inmediatamente, poniéndose un poco preocupado, volvió a indagar sobre cuanto estaba pasando, deseando en su intimidad que no fuese cosa de dinero ya que ansiaba tirarse unos tragos de ron más tarde.    

     --Mami se lo dirá, papi, ya verá. Mientra: trá-tá-tá-tá... --y volviendo a efectuar la pantomima de que tocaba un redoblante y marchando al ritmo del sonido que ejecutaba, Jaimito se fue hacia la calle ante las miradas de sus silentes padres. Después que lo vieron salir por el portón, el marido cuestionó a su concubina--: "Mujer, ¿qué carajo le pasa, eh?".  Ella respondió: ", que se le metió en la cabesota tené un tambor, un redoblante de marcha" Y el hombre, sonriendo: "Bueno, vamo a meterlo a boi ecáu, ahí podrá tocarlo hata que se canse". Y Manuela: "No, él quiere ser dueño de uno, y sabe lo raro que e’".

     -- E’ raroso si, no parece macaco mío --sonrió ampliamente--       

     La lavandera se molestó un poco, por eso le cuestionó: "¿No? ¿Y de quién e’, ah?".  El   marido  se  rió  ("je, je, je, no haga mala sangre, mujer,  no la haga, lo que pasa e’, tú sabe, eh, mira, e’ que un muchachito mío debe tirá pa’l gallo, parecerse a mí en to’, ¿entiende? Pero el carajito no parece tigre no. Eh, no juega  pelota, no pelea con nadie, no sabe nadá, no hace naíta. Oye, cuando yo tenía su edá...") 

     --No me venga con ese cuento nuevamente, Pedro. Hablemo del tambor, eso e’ lo importante porque Jaimito cumple año mañana sábado y debemo regalarle algo interesante, algo que desea mucho poseé.

     --¡Vaya! ¿Tú también tiene en mente de que le consiga un redoblante, ah?

    --Claro, vamo  a  vé  si  se  puede,  pue’  Jaimito lo quiere.

     --¿Y por qué no desea un tambor pa’ tocá merengue, ah? Así podrá picotiá plata, moni, moni, moni --el hombre chasqueó los dedos varias veces, quedándose con la boca abierta observando a su mujer, quien conociendo que su concubino estaba por armar una discusión para marcharse, le contestó suavemente--: "Cariño, Jaimito quiere un redoblante, sólo eso, un redoblante pa’ tocarlo por el Parque Salvador". Pero el obrero: "Oye a éta, y yo ansío un carro rojo con música bachatera y un montón de cadena tumbándome el pecueso, así dejaría eta cadenita y ete guillito que tengo pueto".

     --Hum, deja de hablá como tipo acomplejáo y ponme atención, Pedro, ponme atención: oye, tenemo que ayudá al pobre  Jaimito porque  e’ nuetro hijo, el único que tenemo...

     --¿Hijo?  Jo jo jo...no  lo  parece no. A vece lo dudo ya que si lo fuera no sería tán raroso, tán pendejón,  je je je...

     --De nuevo tú viene con eso sólo pa’ moletarme, pero sabe bien que se parece a ti, así lo  dice la gente del barrio.                                                  

     --E’ cierto, e’ cierto, pero no atúa igual que yo no. Parece bobalicón, Manuela. Mira, me aseguran que lo ven siempre  mirando el Río Higuamo, y que se acerca a la orilla y dique habla con el río. ¿Tú sabe esa vaina, eh? Me hace pasá vergüensa, mujer, vergüensa entre los’ombre que se ríen de mí, se ríen--. Pedro se puso un poco molesto. La lavandera lo contemplaba y percibió que  debía  calmarlo.  Por  consiguiente  ella  díjole que todas las personas no podían ser semejantes en su manera de actuar en la vida, pues  existen todas clases de individuos en el mundo, y que un ejemplo de eso lo era Jaimito, quien deseaba un tambor para... Sin embargo él, cortándole lo que ella decía, manifestó: "Claro, el  pendejito quiere un  tambor pa’ joderno con una bulla del diablo aquí dentro, no dejarno dormí, volverno loco". 

     --Pero lo complacemo, Pedro, y eso e’ lo principal pa’ que no se no’ vuelva un amargáo, así no’ enseñaron en la ecuela noturna, cierto, en la ecuela noturna no’ enseñaron eso. 

     --Bueno, mujer, apunta pa’ otra parte porque yo no tengo cuarto pa’ esa cosa no. Eh, toy réquete jodío, Manuela, toy réquete jodío.  

     --¡Qué jodío y qué jodío! Lo que tú tiene que hacé... ¿te lo digo, ah, ¿te lo digo? --se contemplaban; en ese momento se escuchó el triste canto de una tórtola; y Pedro, algo enojado, dándose sobre el pecho varias veces con el pulgar derecho, sentenció --: "¡A mí nadie me  puede señalá, mujer, nadie en ete barrio de acechone!". Pero la lavandera, sin tomar en cuenta lo  que él manifestó, le expresó inmediatamente: "Oye Pedro, si queremo comprarle el tamborcito a nuetro hijo, eh,  lo  único  que  tú  debe realisá e’ dejá de bebé meno ron y cervesa, sólo eso, dejá de bebé meno ron y cervesa".

     --Ya salite con esa vaina otra vé. Claro, ya yo me imaginaba que vendría por ahi --Y ella, bajando la voz, acercándosele--:"No e’ vaina, cariño, si tú bebiera meno, eh, nosotro viviéramo  mejor,  mucho  mejor,  pero no: ron y  cervesa  e’ lo tuyo, sí, sí, ron y cervesa e’ lo tuyo".

     Fue como si le propinaran un manotazo en el rostro cuanto le indicó Manuela, pues él, dándose un puñetazo en el tórax, señaló con énfasis: "E’ que yo soy un macho, mujer, un machaso" Y ella: "Oye a éte, lo verdadero macho son aquéllo que se apuran por su familia. Te pregunto, ¿a quién Jaimito le pedirá un tambor sino e’ a nosotro, a su mamá y papá, eh? ¡Contétame!” Y él: "Ya tú tá hablando como profesora, como ese viejo curita pansón. Eh, por eso e’ que yo no  quería  que  te  metiera   en  la   ecuela   esa   no, porque te iban a lavá el cerebro como ya lo tiene". Y la mujer: "Claro, a ti te conviene que me quede bruta toa la vida. Pero, ¡já!, eso se acabó. Ahora, ahora toy pensando con cabesa propia, con cabesa propia". Y se quedaron silenciosos, atisbándose de soslayo, atentos a los movimientos de sus labios, ojos, manos, eran concubinos desde largo tiempo, 14 años aproximadamente, desde que él se la llevó de donde vivía  con  sus padres en Miramar, mudándola para una

pieza de casa situada en el barrio de La Aurora. 

     Luego   de   varios   segundos  de  estar   calladitos,

astutamente la concubina trató de convencerlo expresándole: "Vamo, hombre, cambia esa cara, no e’ pa’ tanto, el mundo no se acabará por eso. Ponte contento, alégrate, hoy cobrate, ¿verdá?

     --Sí, cobré, eta tarde cobré, pero me lo gano durísimo, fajáo como  buey jalando caña.

     -- Lo sé, la gente allí se lo gana bien fuerte. Por eso creo que...

     --No me venga con pendejá  de  nuevo, mujer,  no  venga  con pendejá. Y ella: "Oye, lo que taba por decirte e’ que la gente de la sona gana el dinero bien fuerte, y pienso que no deben botarlo en porquería, principalmente en alcohol". Y él: "¡Ay mujer, tú no sabe lo que tá diciendo! Lo sonero tenemo que aguantá mucha pendejá  a eso carajo de fuera, achináo, quiene no hablan  bien nuetro idioma y tampoco nosotro lo entendemo bien". Y Manuela: "¿Tú lo vé? Por eso e’ que lo trabajadore de ahí no deben  botá su dinero. Eh, afirman que la sona e’ muy fuerte, cosa terrible". Y Pedro: "Hum, eso e’ cierto si, ahí dentro tá el mimo diablo metío. ¿Entiende? El gran diablaso vive allí dentro, el gran diablaso".

     La concubina se persignó y preguntó: "Entonce, ¿tengo rasón o no la tengo, ah?"

     --Te repito que tú no sabe ná, mujer, naíta de esa sona del carajo.   

     --Yo sé, Pedro, no te pierda.

     --Oye a éta, si tú tá má perdía que’l hijo ’e Limber.

     --Deja de relajá y ponme caso, Pedro, ponme caso: ¿no cre tú  que  yo  tengo rasón cuando digo que eso trabajadore no deberían de botá su dinero en tontería porque se lo ganan muy duro, muy fuerte, ah?

     --Hum, yo sé por dónde tú va, Manuela, no me crea tan pendejo no.

     --¡Caramba, contigo ya no se puede rasoná, no se puede razoná!

     --¿Rasoná, mujer? ¿Y tú cré que eso achináo de la sona franca rasonan, eh? No, le dan una patá por el culo a cualquiera, a cualquiera le dan una patá por el culo...

 

 

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