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Bernot Berry Martinez (Turenne)

'LA PRUEBA QUEDO EN EL ASFALTO'

Por: Bernot Berry Martínez        (bloguero)    

 

De nuestro libro de relatos ’En ese doblar de campanas’ 

 

    Le llamaban Luisín. Aunque todavía era joven, unos 28 años, poseía una barbita blanca y tenue mostacho gris que le daba cierto aspecto extravagante. Era mestizo delgado, regalador de cautivadora sonrisa con la cual contribuía en hacer esta vida menos pesada, más llevadera. A él le dominaba una profunda obsesión: la Literatura de ficción fantástica, perdiéndose con ella por entre rozados ensueños que le conducían lejos de la realidad pesarosa y asfixiante. 

    Él recorría el pueblo cargando voluminosos libros que encorvaban su estrafalaria figura. 

    Empero, por su forma de comportarse era vigilado por seres sin conciencias, porque le consideraban peligroso. Día y noche lo perseguían. Con gran esmero ellos escudriñaban sus huellas. Cierto, hasta cundo dormía lo espiaban, ansiosos de conocer todo lo suyo, incluyendo las veces que roncaba, soñaba, latía su corazón.        

    ¿Se dio alguna vez cuenta de que sus pisadas eran seguidas por personajes sin tiempo? Tal vez no, ya que no le agradaba conversar sobre tales cosas. 

    --Eso es ficción de ustedes --afirmaba cuando les aconsejábamos tener cuidado con esos perversos individuos que le seguían, prefiriendo remontarse hacia donde esas aves de paz, las conocidas ‘tijeretas’, sin aceptar la cruda verdad que tenía delante de sus ojos. 

    Entonces fue que en triste tarde crepuscular vino a suceder lo que tanto temíamos. Sí, frente a varias personas y cuando se dirigía a su morada, despareció en medio de una vorágine de luces y voces y fuerte ronroneo de poderoso motor en el centro mismo de la lomita de la Ave. Independencia, originando de inmediato diversas y extrañas conjeturas.         

    ¿Qué le sucedió a Luisín?, fue la interrogante que nos hicimos, sin faltar la prensa escrita, radiada y televisiva. Sin embargo, solamente obtuvimos tenebroso silencio.       

    De improviso yo, su íntimo amigo, recibí una rara misiva donde vivía que me hizo asombrar al leerla. Claro, no podía suceder otra cosa. Y con precaución, no diciéndoselo a nadie, con suspicacia efectué indagaciones sin importar odiosas miradas Cierto, anduve averiguando lo de la carta por un mundo abstracto, percibiéndolo tan real como tibieza recibida al cargar gaviota herida. Y me admiré en demasía. Fue en eso que, anhelando finalizar con las muchas suposiciones que continuaban formulándose por su desvanecimiento, invité para determinado atardecer a parientes y amigos suyos, también a curiosos, en el Salón del Ayuntamiento para hacerles partícipes de mi increíble averiguación.       

    Y llegó el día de la reunión. Repleta de gente se encontraba la sala. Había sombrío mutismo entre los asistentes, quienes muy atentos me contemplaban, viéndome cuando me levanté de la silla, sacar del bolsillo de mi camisa un papel, desdoblarlo, escuchándome decirles en alta voz: “Miren, en este manuscrito se halla la respuesta de la desaparición de Luisín” --callé, lo mostré, oí un murmullo, y continué: “Eh, claro, parece algo absurdo, pero me llegó a donde vivo, no les miento, siendo lo rarísimo de que la letra es de Luisín, así lo comprobé con otras cartas de él... Eh, pero escúchenme, por favor” --hablaban, empezaron a discutir, algunos se levantaron, el momento era fuerte, emotivo, me sentí ridículo. No obstante grité enojado, moviendo los brazos: 

    --¡Carajo, silencio, silencio, silencio! --y fueron calmándose, tomando asiento aquellos que se pusieron de pie. Y volvieron a ponerme atención. Y entonces, respirando profundamente, seguí diciéndoles: “Oigan, escuchen lo que él me afirma en su misiva, que mientras iba subiendo la lomita de la Independencia, cruzando hacia la otra calzada, en el medio de esa avenida fue notando maravillado que la larga vía comenzó a expandirse misteriosamente, sintiendo un estremecimiento en todo su ser, aconteciendo que en breve instante él se encogió, achicó, su cuerpo se redujo completamente en  una pequeña mancha, mancha que quedó estampada sobre el pavimento”. Y dejé de hablarles porque se hallaban riendo y varios me señalaban. Y sin embargo, casi de inmediato proseguí manifestándoles: 

    --Escuchen, esto no es cosa de risa, no es relajo, es algo muy serio, algo que quizá no sea para mi intelecto, así me parece. Empero, deberían de averiguarlo como lo hice yo, pues por este papel --lo levanté-- fui al centro de esa lomita, explorando, buscando la verdad, viendo con estos ojos que la tierra se los comerá --hicieron un tremendo silencio-- créanme, hallé una imagen, un dibujo igualito a Luisín, con su rostro completo, la barbita blanca, el bigotico, su inocente mirada, sonriendo como siempre. También les comunico que contemplando bien esa mancha, esto se los juro por los restos de mis inolvidables padres, que observando cautelosamente dicha  mancha en el asfalto, uno, eh, sí, uno de inmediato sospecha que a Luisín....   

    Los oyentes salieron a toda prisa hacia la mencionada lomita de la Av. Independencia.                      

 

bernotberrym2@hotmail.com

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